Sobre mi

Creo yo que la cocina es mejor y resulta más fácil cuando se prepara para gente que uno quiere. – Paul BocuseLa cuisine du marché¹

En algo tan simple como un plato de comida podemos percibir la patria de nuestros ancestros. Se trata de platos conocidos, tradicionales, que nos transportan a nuestra infancia, reviviendo recuerdos que nos llenan de alegría y por ello la comida tradicional de cada pueblo es un patrimonio que debe ser conservado y protegido.

Un aroma puede despertar un recuerdo dormido por años y generar en diferentes personas el mismo sentimiento de seguridad y calor de hogar. Animarse a disfrutar el momento mágico de cocinar para uno mismo y para otros es sin duda un acto de amor y al preparar un plato de comida las personas hacen historia, trascienden límites geográficos y sociales dando un inequívoco mensaje de cariño sincero.

Durante mi niñez y adolescencia yo odiaba comer y aborrecía todo aquello que se relacionara con la cocina porque la comida que me daban en el internado de monjas en el que pasé mi infancia iba de pésima a intragable. Para peor, cuando volvía a casa los fines de semana y luego en mi adolescencia, la mesa era el escenario recurrente de discusiones, peleas y todo tipo de reproches que la convertían en un verdadero campo de batalla del que era necesario huir. Por todo ello durante mucho tiempo llegué a pensar que cocinar era una actividad poco menos que tenebrosa que estaban obligados a practicar esclavos o presidiarios sin otra alternativa.

Sin embargo, en mi adolescencia, comencé a frecuentar la casa de una amiga cuya cariñosa abuela era una excelente cocinera; su comida olía deliciosa y su cocina era muy generosa! Lo que, además de dejarme un recuerdo imborrable, me generó no pocas dudas sobre mis ideas relativas a la actividad en las cocinas.

Con esa ambigüedad “culinaria” pasé la adolescencia y comencé mi vida adulta. Hasta que un día dejé la casa familiar para iniciar a convivir con mi compañero, y a los pocos días, inesperadamente y sin darme tiempo a reaccionar, llegó el pedido: «mi favorita es la pastafrola de membrillo, ¿no tenés ganas de hacerme una el domingo?». «Si querés, tengo la receta de mamá» agregó inocentemente.

Esa noche casi no dormí imaginando el peor de mis fracasos justo en el comienzo de mi nueva vida de pareja; pero la mañana siguiente me levanté llena de resolución y, al volver del trabajo, conseguí un libro de cocina y me puse a estudiar la receta recordando ese delicado sentido por la cocina que había percibido en la abuela de mi amiga.

Volqué en esa preparación todo el amor y la pasión que sentía por mi compañero y descubrí, de pronto, una nueva y maravillosa forma de mostrar mis mejores sentimientos. Mi primera pastafrola fue un éxito y desde entonces comencé a leer libros y revistas sobre el tema, tomé cursos y nunca abandoné la maravillosa costumbre de dar cariño a mis seres queridos a través de la comida.

Las recetas que aquí se desarrollan son recetas clásicas, las de toda la vida, realizadas con elementos sencillos y al alcance, evitando el uso de productos ultraprocesados y empleando, siempre que sea posible, ingredientes de sencilla producción casera.

Mi intención es recuperar la vieja comida casera, la de las abuelas, madres, tías y porque no la de los bodegones que constituyeron la base de nuestro sustento a lo largo de varias generaciones que, a través del simple acto de alimentarse, se reunieron, se encontraron, celebraron, festejaron y conmemoraron entre, familiares, amigos, vecinos y compañeros.

Recetas sencillas y fáciles que se basan en la elección de buenos ingredientes y mucho amor a la hora de cocinar.

¹Paul Bocuse fue un chef francés, considerado el mejor del siglo XX y uno de los principales cocineros de la historia. El iniciador de la nouvelle cuisine se caracterizó por ofrecer una cocina natural y dietética. Con tres estrellas de la Guía Michelin entre sus libros destaca La cuisine du marché (1976)